luns, 21 de xaneiro de 2019

CURTAMETRAXE 4: "ABDUCIDO". PIXAR 2006



A directora deste corto Lsa V reflexiona sobre a educación actual, formulándose o papel dos exames e sobre "o abducidos" que estamos todos na nosa vida diaria.

As reflexións sobre Lisa V son as seguintes:

En cinco minutos Stu (abreviación de “student”, estudiante) experimenta todo el abanico de emociones que acarrea un control: duda, inspiración, desesperación, vergüenza, orgullo… mientras tanto el profesor (que el director apodó Mr B en honor a un docente suyo que siempre daba B como nota, tanto hicieran la tarea bien como mal) se mantiene impasible y apunta en un registro cada maniobra de Stu.
Sus gelatinosas expresiones son tan humanas que casi olvidamos que son alienígenas, productos de animación 3D.
La frustración que padece el pequeño extraterrestre es la misma que le invadía al director delante de la mesa de mezcla: una infinidad de palanquitas, todas iguales, acompañadas por un manual inútil, y unos ojos que te juzgan sin piedad. Stu pierde la paciencia porque no consigue abducir al campesino y empieza a aporrear la mesa (lo que no pudo hacer el director en su momento).
El profesor entonces le aparta y saca más brazos que Shiva, dándole una demostración práctica de cómo devolver todo a su sitio, siempre sin perder la compostura y sin que el abducido se despierte. Pero incluso el profesor tiene un lado tierno que se conmueve al ver las lágrimas de Stu, así que le deja los mandos de la astronave.
Lástima que se le caiga justo encima de la casa del campesino, dejando sólo el buzón de las cartas y una columna de tierra encima de la cual el hombre sigue durmiendo. Hasta que, durante los créditos, escuchamos el despertador y un grito: magnífico ejemplo de cómo el sonido, por sí solo, puede evocar efectos tragicómicos.
Al margen de la trascendencia del tema abducidos, me surge una pregunta: ¿es necesario aprobar exámenes? ¿Es este tipo de estrés que nos induce a dar lo mejor de nosotros? ¿Hay formas más suaves de comprobar los conocimientos, sin tener que pasar por la humillación y las lágrimas?
He sido Stu y luego Mr B, y se pasa igual de mal.
La sola palabra “examen” se cierra como un candado incluso sobre las mentes de afirmados hombres de negocios (comprobado), que de repente vuelven a ser niños inadecuados y no hay forma de convencerles de que no hay nada que temer. Ni la perífrasis “evaluación continuada”, con una constelación de pruebas intermedias, puede con el bloqueo.
O si no, la ansiedad de ser juzgados estimula una feroz competitividad para contrarrestar el miedo, minando las relaciones personales. Sin embargo ni el éxito garantiza la satisfacción del estudiante, que a veces llega a cuestionarse el sentido de su formación. Es curioso: la palabra “carrera” tiene precisamente este doble significado, tanto académico como de maratón.
¿Qué alternativas hay para vencer el miedo, la frustración y la agresividad de los exámenes? Una está en la película: dar oportunidades para que el alumno se recupere del fracaso con sus propias fuerzas, animándole a probar sin rendirse frente al fracaso. Un examen no significa jugárselo todo (bueno, en este caso habría que preguntárselo al campesino…).
Pero si el fracaso persiste… hay que cambiar estrategia. Me gusta pensar que al final Mr B y Stu pilotan la nave a cuatro manos, como si estuvieran tocando un concierto de piano juntos, sin que el profesor tenga que sacar más brazos que Shiva ni que el alumno tenga que enfrentarse con un dedo a una infinidad de teclas.
Así como hay dobles mandos en los aviones, en las aulas sería bonito ver cómo estudiante y profesor resuelven tareas juntos, colaborando. Igual sería posible en otros planetas, donde las clases no fueran de 30 alumnos y los programas no fueran enfocados más a la memorización de datos que al desarrollo de habilidades.
La segunda pregunta que me provocó este corte fue: ¿cuánto es profundo nuestro sueño? El “abducido” padece todo tipo de golpes para ser extraído de su casa y absorbido en la nave espacial, pero sigue durmiendo plácidamente hasta que suena el despertador.
¿Qué hace falta para sacarnos de nuestras rutinas? ¿Que una mañana nos levantemos y que de nuestras pertinencias quede sólo un buzón de correo?
El campesino es una metáfora muy acertada del hombre aturdido por un trabajo pesado, que no se entera hasta el final de lo que está pasando a su alrededor, de las fuerzas que le sacuden y de que casi se lo llevan a otra dimensión.
Con una sonrisa, el espectador puede reconocer su propia vulnerabilidad e inconsciencia, planteándose una serie de fecundos interrogantes al estilo ciencia ficción: “¿y si…?”. ¿Y si no fuéramos los más inteligentes del universo? ¿Y si no pasáramos el examen de otras civilizaciones? ¿Y si fallásemos, tendríamos más oportunidades o nos jugaríamos nuestra única casa?
Por supuesto, “Lifted” es sólo un corto de dibujos animados, con los típicos abducidos y monstruos verdes, los niños se parten de risas durante cinco minutitos y luego todos a hacer deberes…
¿Acaso no se ha cansado el público de la misma historia?
Dicen que en todo el universo sólo hay una historia o dos, pero lo que hace la diferencia es cómo se cuenta.
CURIOSIDADES:
¿A quién se parece el campesino? A alguien de Ratatouille, si es… ¡Alfredo Linguini!
¿Quién le presta la voz a Stu? No, no es humano, y tampoco alienígena, es ¡Chester, el perro del director!
Esto es va para verdaderos fieles de Pixar: ¿Qué juguete hay debajo de la cama? Tin Toy, del corto que precedió Toy Story y ganó un Oscar en 1988.
Lisa V.


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